La sociedad humana está prácticamente dividida en dos, ricos y pobres. El sistema capitalista es el que la ha partido y no exactamente al medio. Mas bien unos pocos de un lado y muchísimos del otro. Entre unos y otros, estamos Los grises.
El aumento infinito de la plusvalía, la diferencia entre la riqueza producida por el trabajo del obrero, el campesino, el empleado, y el salario que éste recibe del patrono, ha venido durante décadas profundizando mas y mas las diferencias.
Los dueños del capital, de las grandes empresas, aumentan sus ganancias a costa del hambre de los trabajadores y del deterioro del medio ambiente.
Los Estados, cuyo principal objetivo debería ser satisfacer las necesidades de todo el pueblo, han sido cooptados por esos mismos dueños del dinero y, en lugar de tomar las medidas necesarias para favorecer una mejor distribución de la riqueza, en lugar de defender con uñas y dientes los recursos naturales, se han vuelto cómplices del despojo, de la desigualdad.
Multinacionales, estados cómplices y medios de comunicación comprados y dirigidos por esas mismas grandes empresas, son las tres patas sobre las que se apoya un sistema expoliador. Un sistema muy poco “humano”, perverso, ambientalmente insustentable y socialmente injusto, que Los grises podríamos luchar por cambiar.
Pero los grises también estamos divididos. Están los que “compran” el estilo de vida de los ricos y sueñan con algún día pertenecer a ese selecto grupo, para lo cual se transforman conciente o inconscientemente en funcionales al sistema, y estamos los que somos concientes de que si aumentara la cantidad de personas con un altísimo e innecesario nivel de consumo, lo único que lograríamos es acelerar la destrucción del planeta.
El capitalismo no es ambientalmente sostenible, ni siquiera siendo un pequeño porcentaje de la población mundial el que disfruta de sus beneficios. Y mucho peor aun sería si ese porcentaje aumentase.
Entonces, es necesario encontrar una solución de forma urgente tanto para disminuir los mas de 1000 millones de personas que pasan hambre en un mundo en el que se producen los alimentos suficientes como para que esto no suceda, como para detener la degradación ambiental producida esencialmente por el exceso de consumo de bienes y servicios y las deficientes medidas ambientales tomadas, por quienes tienen el poder económico, con el fin de maximizar sus ganancias.
Este sistema nos está llevando a una catástrofe social y ambiental sin precedentes y este mismo sistema no podrá sacarnos de ella. No es posible apagar fuego con mas fuego.
El manifiesto ecosocialista redactado en 2001 con motivo de la Cumbre de Río + 10 por Michael Löwy y Joel Kovel es una alternativa que ataca los dos frentes. Seguramente ni la mejor, ni la peor. Seguramente perfectible. Propone que la generalización de la producción ecológica bajo condiciones socialistas, puede proporcionar la base para superar la crisis actual. Se trata básicamente de sumar a los preceptos económicos que manejaba el socialismo de la primera época, los nuevos paradigmas que se nos presentan a nivel ambiental.
El ecosocialismo es tal vez una utopía, pero si decidimos transitarla como un camino hacia un mundo mas justo y solidario, un mundo mejor y para todos y todas, podría servirnos para modificar el rumbo de esta trampa mortal que nos hemos tendido a nosotros mismos y que de otra forma acabará con la vida en el planeta.
Nos reencontramos la próxima semana, con una nueva entrega de esta publicación.
Ricardo Natalichio
Director de EcoPortal.net
rdnatali@ecoportal.net
www.ecoportal.net
Las tres conquistas de América. Invasión transgénica, la apropiación de la vida
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GARGAMEL
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Estimad@s Amig@s.Hace ya mas de 500 años, las primeras naves europeas llegaron al continente americano en lo que diera inicio al mayor genocidio de la historia humana. Mas del 90% de la población originaria fue aniquilada durante las primeras décadas posteriores y vastas extensiones de selva fueron devastadas. La minería y la agricultura, especialmente la caña de azúcar fueron las principales responsables.
Tras siglos de dominación, pero también de resistencias y luchas, los pueblos de América comenzaron a independizarse de las potencias coloniales que habían conquistado sus territorios. En 1776 Estados Unidos declara su independencia de Gran Bretaña. Los africanos que habían sido traídos a trabajar bajo en régimen de esclavitud se rebelan contra Francia y declaran su independencia en 1804. Las luchas recrudecen en el resto de los países de América que van liberándose y proclamando su independencia hasta que a comienzos del siglo la mayor parte del continente se había descolonizado, pero la deuda social, ambiental y humana era abrumadora.
Sin embargo el siglo XX nos trajo una nueva invasión. Gigantescas compañías multinacionales comenzaron a instalar sus sedes en cada uno de los países americanos, comenzaron a ocupar espacios de poder, a hacerse fuertes dentro de las empobrecidas economías latinoamericanas y a manejar desde la economía a la política y desde la política a los pueblos.
Demoramos en darnos cuenta de lo que estaba sucediendo, comprábamos lo que astutamente nos vendían a través de los medios de comunicación. Nuevas tecnologías, inversión de capitales extranjeros, mejores servicios, integración al primer mundo. Globalización.
Pero las inversiones siempre eran una minúscula parte de las ganancias, los servicios se encarecían y eran menos los que podían pagarlos y la integración solo llegaba a través de acuerdos en los que rara vez resultamos beneficiados.
Y sobre llovido, mojado. Llegó la tercera conquista, la de la tierra y el agua, la de los monocultivos transgénicos, la de los alimentos.
La historia comenzó en 1996, cuando se liberaron comercialmente en el planeta las semillas transgénicas, sector controlado casi en su totalidad por la firma Monsanto de Estados Unidos. Otras cinco empresas participan en el mercado de forma periférica: BASF, Bayer, Dow Chemical, Dupont y Syngenta.
América Latina y el Caribe es la región con mayor concentración de bosques en el mundo, pero es también la región que ha sufrido la más importante deforestación del planeta en la última década, con una pérdida de 4,3 millones de hectáreas al año.
Sólo en Sudamérica se concentra el 65% de la pérdida anual de bosques del globo, y la deforestación ocurre sobre todo en la región amazónica, donde se pierden 3,1 millones de hectáreas al año, es decir más del 40% de la deforestación del mundo.
La principal causa de este ecocidio, es convertir los bosques en tierras agrícolas. El principal objetivo, es expandir las fronteras agrícolas para los cultivos transgénicos.
Los efectos ambientales ya los conocemos. Pérdida de biodiversidad, contaminación de las aguas y el suelo, contaminación genética de otras variedades, desertificación.
Para la salud, aparición de nuevas alergias resistencias a antibióticos, incremento de la contaminación en los alimentos, riesgos en parámetros sanguíneos asociados con las funciones renales y hepáticas y tantos otros que ni siquiera conocemos.
Efectos socioeconómicos, el déficit en micronutrientes en las dietas, crecimiento del monopolio sobre la producción de alimentos, desplazamientos de campesinos hacia las ciudades. Pérdida de soberanía alimentaria.
Cada día somos mas personas en el planeta, pero son menos las que el "desarrollo" requiere para seguir expandiéndose. Cada día somos mas personas las que estamos concientes del ecocidio planetario. Cada vez somos mas, las que intentamos evitarlo.
Nos reencontramos la próxima semana, con una nueva entrega de esta publicación.
Ricardo Natalichio
Director de EcoPortal.net
rdnatali@ecoportal.net
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